martes, 18 de noviembre de 2008

Democracia

El lente de Althusser en la pluma del autor: 8 condiciones para la democracia.

En plena recta final de nuestro curso, hacemos un recuento de ideas, de pensamientos, de argumentos esgrimidos y de contradicciones que nos surgen desde los nuevos conceptos y categorías que gracias a esta serie de análisis, pudimos explorar y desarrollar, sobre todo, polemizando un poco, como lo hizo el autor estudiado en el Paris del 68, con las estructuras y los imaginarios que nos cultiva la visión “normalizante” dentro del sistema político.

Al hablar de democracia, estamos enunciando al sistema político que por excelencia se ha impuesto en las sociedades modernas desde el siglo XIX, pero sobre todo durante el siglo XX y XXI. Se le considera por muchos, incluido este autor, un logro de las sociedades, pues permite virtualmente asegurarle a cada ser humano la oportunidad de “elegir y ser electo”, le otorga “derechos” frente a los poderes instituidos, le permite la ·”libertad de pensamiento y omisión del mismo”, la capacidad de organizarse y expresar su filosofía de vida a los cuatro vientos: es decir, la virtual idea de la libertad, sobre todo la libertad individual.

Algunos autores ven en la democracia más que una forma de gobierno, un estilo de vida en sociedad. Es decir, no solamente se funde en las relaciones Estado – individuo; sino en las relaciones individuo- individuo, colectivo (X) e individuo, individuo y familia, etc. Es entonces una forma de vida, es la concreción de una serie de valores en el seno de la “micro política”.

Para Robert Dahl, el pensador estadounidense que desarrolló el concepto de la “Poliarquía”, una institución, sea el Estado o la asociación de vecinos, debe cumplir una serie de condicionantes en su búsqueda por maximizar la democracia: es decir, como la democracia esta puesta en un “pedestal intangible” de ideales, una sociedad o asociación, cualquiera, es más democrática en cuanto más se acerca a esta serie de condiciones. Para este autor, la democracia es vista como un “máximo”, que debe ser alcanzado por una serie de acciones que le acerquen a tal “límite” para que las decisiones emanadas del colectivo sean creíbles como democráticas.

De todos los autores que el grupo de análisis político II ha analizado, es nuestro viejo amigo Louis Althusser quien tiene un pensamiento más contrapuesto al ideal “maximizante” de la democracia. Un fiel seguidor del marxismo cientifista, antihumanista y antihistoricista, nuestro autor llevó la bandera del marxismo durante la segunda mitad del siglo XX. Su pensamiento se desarrolló en conceptos como: la interminable “lucha de clases”, la idea revolucionaria de la historia, sin sujetos ni fines, la creencia de que las ideologías son la relación imaginaria entre las personas y sus condiciones materiales de vida, el marxismo como ciencia, ciencia de la historia y el materialismo histórico como su método; es decir, un marxista de línea bastante dura, que sin embargo tenía como objetivo sacar al Marx de los textos y revolucionarlo teóricamente, alejándose de las interpretaciones convenencieras de los entonces dirigentes marxistas.

Esta línea de pensamiento puede acotar bastante nuestro análisis sobre la democracia, porque se autodefine prontamente reacia a varios de sus postulados: La gran pugna que libró Althusser frente al PCF durante los años 60 y 70, fue principalmente por el intento del partido de negociar con los grupos menos radicales ideológicamente, para acercarse un poco más al entonces creciente grupo de electores y simpatizantes del comunismo, suavizando sus postulados, mostrándole su cara humana, su cara amable – emanada de los inicios hegelianos de Marx.

A pesar de mantener en el imaginario tales principios, intentaremos en este ensayo hacer una evaluación de los “condicionantes” hechos por Dahl desde el lente de “Althusser”, mismo que se ha aprendido parcialmente (aún poco) durante el curso. Las críticas y aseveraciones tratarán de ejemplificarse con situaciones de la vida política en el seno de la sociedad guatemalteca, para poder acercar el análisis a nuestra realidad cotidiana.

Desarrollemos entonces los supuestos condicionantes de Dahl. El pensador indica que existen tres premisas fundamentales que dan inicio a toda asociación democrática, y están relacionadas a la expresión de preferencias individuales en el proceso de decisión. Es decir, la democracia se toma, parcialmente, como la suma de las preferencias individuales en la decisión colectiva.
[1]

Este proceso de decisión, se compone para Dahl de dos fases: “electoral” e “intraelectoral”. La etapa electoral, donde se llevan las preferencias individuales al seno del colectivo, debe tener como mínimo los siguientes tres supuestos- amarrados uno con otro-: Uno, cada miembro demuestra de alguna manera –votando por ejemplo- su preferencia sobre las opciones en una decisión; Dos, la igualdad de peso en cada argumento – o voto- durante las elecciones; y tres, la mayoría de las preferencias se proclama como decisión final.

Continuemos con Dahl. El cuarto supuesto es que cualquier miembro de la asociación puede incluir su alternativa entre las seleccionadas para la votación: Elegir y ser electos (este ejemplo es bien retratado en un país con 37 posibles opciones de partido político de cara al próximo proceso electoral, pero continuemos con la exposición de supuestos). El quinto supuesto es que todos los individuos deben poseer idéntica información sobre las opciones o alternativas.

Sexto punto: La mayoría gana, y las decisiones de la mayoría pesan sobre las minorías en el campo de las políticas postuladas (¿dictadura de las mayorías?). Como penúltimo punto se indica que “las ordenes electas se deben cumplir por todos los miembros” (¿sin dialogo ante las minorías?). Finalmente, el peso de la elección regirá sobre las políticas dictadas en la etapa post-electoral, debiendo adaptarse todo lo electo (someterse) a estos siete condicionantes.

Dahl es claro en indicar que nunca una asociación ha podido abordar los ocho supuestos de manera completa, pues siempre se da, por ejemplo, un liderazgo propositivo sobre una masa desinteresada, que coarta por ejemplo, el quinto supuesto. Para dar respuesta a la falencia de la “maximización” de valores democráticos, Dahl nos indica que solo será posible alcanzar tales condicionantes con otros procesos previos (o posteriores): la elaboración de consenso y la instrucción social de las normas. Es aquí donde se deslizará entonces nuestro bisturí rojinegro.

El autor liberal es claro también al mencionar que “siempre habrán elites dirigentes”, “hay masas desinteresadas” “poliarquía y diversidad social origina confusión”, “La poliarquía exige una coincidencia de pareceres relativamente amplia”, y finalmente, el que será bastante útil para nuestra elaboración “cuanto mayor es el desacuerdo sobre políticas, mayor será el nivel de autonomía social que hace falta para que exista cierto nivel de poliarquía”.

Tales argumentos vendrían a revitalizar los conceptos dirigidos por nuestro autor, Althusser. Pensemos un tanto, sobre la ideología: relación imaginaria entre el sujeto y sus condiciones materiales de vida. ¿Elegir y ser electo? Principio universal según la democracia liberal. Pero observando de fondo este supuesto, el número cuatro según Dahl –los tres anteriores son fácilmente fiscalizables en nuestra época, cuantificables e incluso exigibles- y cruzándolo con la obviedad de que siempre habrá elites dirigentes, es fácil decir entones que no todos pueden “elegir y ser electos”, necesitan de liderazgo, o poder. Poder que en una sociedad que premia la mercancía, como lo expone el análisis estructuralista, lo tendrán las clases dominantes dentro del sistema capitalista, es decir, la burguesía. ¿Qué principio es tan conflictivo como ese de elegir y ser electo, cuando últimamente la política se rige por el mercadeo exacerbado de una opción política, que no asuste y negocie con los intereses de las elites económicas?

Sin embargo, el voto nos hace sentir que “estamos eligiendo”, y podría, según Althusser, ser la expresión del trabajo de los Aparatos ideológicos del Estado –recordemos, los encargados de reproducir las relaciones de producción. Nuestro voto vale, nuestro voto cuenta. Yo decido. En realidad, frente a las campañas mediáticas que dirigen nuestra política hoy en día, las mayorías deciden persuadidas por los Aparatos ideológicos: los Medios, los valores del sistema, la idea intangible de “elegir y ser electo” e incluso…realidades provocadas. Tan intangible es el supuesto en sociedades como la nuestra, que incluso legitiman una clase política que lleva años y años, reciclando su discurso para mantenerse en el poder.

Poseer idéntica información sobre las opciones es otro ideal bastante manipulado por las opciones políticas de la democracia hoy en día. Los medios populares reflejan y dirigen generalmente la opinión pública, sobre todo en sociedades con bajos índices educativos (o criterios políticos, como en EEUU por ejemplo). Así, la exacerbación de la violencia produce inseguridad, la inseguridad necesidad de confort a coste de las libertades individuales: la mano dura. Si bien puede ser inconvincente nuestro argumento, no hay que obviar la poca inocencia de los medios de comunicación de plasmar sus intereses para dirigir la opinión pública.

El punto seis y siete de Dahl parece negar la posibilidad de las minorías de ser representadas en una decisión, que como hemos visto en clase, niega la posibilidad de llegar a acuerdos y proteger los intereses de todos. La llamada dictadura de las mayorías, la decisión emanada de la generalidad. Por algo, en EEUU, solo hay demócratas y republicanos… ¿porque?

En su argumentación, Dahl sugiere que las decisiones democráticas necesitan “instrucción y consenso, poca autonomía de los grupos”. ¿Es entonces, el trabajo de los AIE’S el necesario para tales acuerdos? Pues desde niños se nos enseñaron (a las sociedades post-conflicto donde crecí) las posibilidades: elegir y ser electos, derechos y obligaciones, igualdad del voto, símbolos patrios, educar para producir, producir para vivir, vivir para disfrutar, disfrutar consumiendo (¿?).

¿Hasta donde permiten los grupos y las élites de poder la democracia? ¿Cuáles son las legítimas opciones de las distintas alternativas? ¿Lo era Colom, lo era Wina’q, por ejemplo? ¿Lo será Obama? ¿Por qué no a las consultas populares? ¿No son acaso mecanismos de elección legítimos y democráticos?

Finalmente encuentro dentro de sus inocentes afirmaciones, un cóctel que nos servirá para rematar nuestro ensayo, y dar unas conclusiones que lleven al debate esta democracia, al menos la expuesta por Dahl: “a mayor desacuerdo, menos poliarquía”. Es decir, la necesidad en las elecciones democráticas estriba en el conocimiento de las opciones políticas, conocimiento dirigido por las “élites” encargadas de la instrucción y el consenso. Pero si se niega el disenso, se niegan los contrapesos sociales, como el lo expone al final. ¿Porque entonces debe haber un espacio en que se separan las poliarquías, ósea puntos no negociables ajenos a la discusión democrática? ¿No es la democracia dialogo, consenso y negociación? Todo ello en un primer plano.

Segunda reflexión: Necesidad de obviar el desacuerdo. La democracia poliárquica no tolera entonces, la diferencia de intereses…aunque Dahl los reconoce, por las desigualdades sociales que existen en toda comunidad. Más bien, los cita. ¿No viene entonces al acaso esta diferencia la “inmanente lucha de clases” bien defendida por Althusser? ¿Es posible resolver tales disensos en el seno de la democracia? Y no hablamos de obreros y capitalistas, como lo hacia Marx (aunque si reconocemos la formación del capital como la causante de las actuales divisiones). Hablamos de ricos y pobres, de miembros en el poder y de marginados, de educados y analfabetas.

Si bien Dahl al final menciona que los disensos no se deben analizar tanto en la dinámica constitucional, a lo que se entiende dentro de las instituciones, si no en la imposibilidad social de acceder a la democracia, no explica, como todos los liberales, los causantes al respecto. Como lo hizo Marx, como lo descubrió, como lo defendió Althusser: es resultado de las contradicciones entre las clases y su lucha histórica por el poder. ¿Qué clases? Los miembros en el poder y los marginados, los eternos pobres y los ricos.

El reto es entonces promover valores democráticos en lo político, promover el disenso, promover el dialogo, promover la negociación y la excelencia discursiva. Todos ellos, valores aunados a una liberación económica (en el sentido igualitario) que pasa siempre, por los intereses contrapuestos de las clases sociales. Ni blanco ni rojinegro, grises que conlleven a acuerdos necesarios para revertir sobre todo, las injusticias que permite, de las que se sirve y que oculta el sistema mundial capitalista. Es decir, la radicalización democrática, como se habla dentro del post-estructuralismo, puerta que abre y de la que se responsabiliza académicamente como iniciador a nuestro pensador, Althusser. Puede que sus postulados suenen bastante obsoletos, pocos quijotes quedan que defiendan el marxismo leninismo de la URSS. Pero como Marx, la herramienta teórica y las variables de análisis que abrió Althusser con su obra, trascienden más allá de los modelos políticos: en el mundo de las ideas.
[1] Es decir, dentro de la lógica de la sociedad como la sumatoria de sus individuos.

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